A Pesar de Karma


La lluvia rebotaba en las viejas canciones de la radio, haciendo eco del dolor que aún mortificaba el pecho de Javier. Un nudo seco le apelotonaba la garganta, imposible de descifrar sin saltar a la cruel realidad: estaba varado en un camino sin retorno, señalizado por la estela indeleble de una memoria que se negaba a morir. Se la había pasado negando el dolor, intentando comprar la tranquilidad del olvido, subasta personal frente a la adversultad que ofrecía su alma como prenda. El susurro de su ser, una melodía apagada por el bullicio estúntor de las noches ahora, clamaba por su alma, por la capacidad de sentir, por la libertad que su propio capricioum había atado con cadenas inimaginablemente fuertes. ¿Con quién hablar para pedirle porfa perdón por esa suplida a su corazón mientras la piel se arrugaba con el calor gélido del arrepentimiento?.